domingo, 22 de julio de 2007

Sobre la contradicción.



Durante los años de secundaria y prepa fui un pésimo estudiante formal, pero un estupendo estudiante informal.

No paraba de leer, de cuestionar y cuestionarme, de investigar, de aprender, pero no de cosas de la escuela. O al menos, de muy pocas cosas de la escuela.

Las matemáticas, la química, la biología, la física de la escuela no me interesaban, porque no las entendía y los profes no se interesaban en un simple alumno que preguntaba sobre asuntos distintos a sus temas y a sus dominios: ¿de qué está hecha una estrella?, ¿por qué la Biblia dice que del barro y los libros dicen que del mono?, ¿qué ocurre dentro de una bomba atómica cuando explota?, ¿por qué nos salen barros enormes a unos y a otros simples granitos, si todos tenemos los mismos cambios hormonales? Y así, muchas más.

La historia, la filosofía, el español, el arte me gustaban más, pero los maestros tampoco me contestaban las preguntas de fondo. ¿Que tiene que ver con nosotros eso de sólo sé que no sé, cuando yo sé que si sé?, ¿porque los aztecas no supieron ganar, si eran miles y los españoles unos cuantos?, ¿para qué me sirve saberme las partes de la oración, si sin saberlas puedo leer y entender los libros que me gustan?, ¿si el expresionismo es eso que dice, quiere decir que los demás artistas sentían menos pasión por su trabajo o que eran menos perfeccionistas? Pero no había caso. O no me entendían o no me explicaba. O no sabían o no les interesaba contestarle a un adolescente narizón con un tremendo barro en la nariz, que además faltaba a clases, no resolvía los problemas de clase cuando iba, cuestionaba muchas de las cosas de la escuela y se la pasaba soñando en cómo sería la vida cuando Maru se hiciera su novia (cosa que nunca fue).

No me mal entiendan. No era yo de esas lumbreras que todo lo saben pero que, soberbios, le hacen la vida de cuadritos a los profes. Tampoco de aquellos nerds, especialistas en una o dos materias y para los cuales, el resto del mundo no tiene importancia.

Era un adolescente bastante simple, sin aspavientos, sin ser especialmente difícil, con muy pocos amigos, sin novia (la nariz, el barro y la autoestima... podría escribir un libro como Narnia al respecto), tímido e introspectivo a cual más.

Pero leía.

Cuando terminé la prepa, moría de ganas de ir a la universidad. Pero no sabía siquiera qué podría estudiar. Después de muchas peripecias, llegué a la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, más por casualidad que por una decisión racional. Ciencias de la comunicación, porque según algunos estaba siguiendo los pasos de mi padre, que era locutor en una estación de radio de mi ciudad.

Yo no tenía idea de qué se trataba la carrera en realidad, pero estaba en otra ciudad, lejos de los regaños y los desamores, las soledades y los recuerdos, y era como una aventura. Mi aventura.

Llegó la primera clase. Buenos días, nos dijo el maestro Xicotencatl Nava, a las once y diez del 30 de abril de 1979, día del niño en México.

La universidad... bla, bla, bla.
La profesión... bla, bla, bla.
Su responsabilidad... bla, bla, bla.

Pero luego se puso bueno. El sistema social es injusto, las escuelas sólo nos toman el pelo, lo que necesitamos es un pueblo que piense, que sea justo y libre... Y estamos así, porque somos una sociedad que no lee. ¡Momento, pensé, yo si leo!

Como para callarme los pensamientos, al final Xicotencatl nos dijo: para la siguiente clase, lean c-o-m-p-l-e-t-o este libro. Y sacó de su portafolios un libro pequeñito, también sin aspavientos: Cinco tesis filosóficas de Mao-TseTung.

El primero de mayo, dia del trabajo (por lo que no se trabaja, claro), a las 6 de la mañana tomé mis pocos pesos, mi Guía Roji, que es un súper mapa de la Ciudad de México y mi librito rojo, que había comprado y comenzado a leer recién saliendo de clase el día anterior y me fui a "conocer" México. A las 5 tesis, leídas en los camiones, las "peseras" y el metro, no les estaba entendiendo todo, pero lo poco que si, no me estaba gustando mucho.

Cuando regresé a la casa esa noche, me di cuenta que había perdido el miedo a la ciudad, desconocida y enorme, en algún autobús o en algún carro del metro y que también había perdido un poco de mi inocencia provinciana por culpa de Mao.

Al día siguiente, cuando empezamos la clase, Xico nos preguntó, con cara de “estoy seguro que ninguno”, quiénes habíamos terminado el libro. Tres del grupo lo hicimos.

Pero quién sabe qué cara puse que él me espetó de frente: ¿No te gustó, te pareció difícil?

- No me gustó y si me pareció difícil.
- ¿Eres de aquí?
- No. Soy de Puebla.
- ¿Eres católico?
- Si.
- Y no te gusta el comunismo.
- No.
- Y quisieras que los comunistas desaparecieran del mundo.
- Si.
- Quisieras destruirlos.
- Si.

Y entonces cambié. Todo mi pasado como mal estudiante terminó en ese momento. Entendí que entonces empezaba realmente mi vida universitaria. Este maestro no era como los de la secundaria o la preparatoria. Este maestro, y para mí entonces, todos los maestros universitarios, sí estaba dispuesto a atender a un simple estudiante provinciano sin nada que pudiera destacarse de él en primera instancia.

A ocuparse personalmente de que este estudiante aprendiera de verdad, aprovechara su oportunidad, fuera mejor persona que antes de la universidad.

Este maestro no me descalificó por no compartir sus ideas y puntos de vista. No me dijo que yo estaba mal o equivocado o mal informado o que yo era menos porque nunca había leído algo de o sobre autores como Mao o Lenin o Marx o porque sólo leía novelas o teorías acordes a la manera de pensar de mis padres o porque había leído la Biblia o las Confesiones de San Agustín o libros del Selecciones.

Este maestro era el opuesto de mis otros maestros. Este maestro mostró, desde el primer momento, que me respetaba. Este maestro encarnaba la contradicción de la que habla Mao en sus tesis filosóficas.

- Pues si quieres destruir algo, dijo, primero tienes que conocerlo lo más profundamente que puedas. No te preocupes. Yo te ayudaré a entender y ya tú decides qué quieres hacer con lo que aprendas.

Blas Torillo.

16 comentarios:

Marina Lassen dijo...

Realmente: un maestro el tipo, no? Esa es la gente que nos hace pensar y se hace respetar...
Un beso
M

Black Morning Sky dijo...

Estoy triste cabisbajo y meditabundo: YA NO SE ENCUENTRA UNO MAESTROS ASI!!!!!!!!!

Jonice dijo...

That was A professor!!!!!
Probably one of the best that ever crossed your path, right Blas?
Me gusta mucho leer tus recuerdos...
Beijinhos :)

Anónimo dijo...

Nunca tuve maestros así. Tuve que aguantar risitos, discriminacion, "piedad" de mis compañeros que, ellos sí, tenian lido todo de Marx, Lenin y Mao. Los leí, finalmente. Y descubri que pa entenderlos, bien me hizo ter leído muchas Selecciones, mucha Biblioteca de las niñas y todo esto. Porque hoy me siento alguien con facilidad de entender los distintos de mi. Mi sueño es tornarme, yo misma, una maestra así, sino pa mis alunnos, que ya no los tengo, al menos para mis hijos y nietos (cuando los tenga)!
Saludos, desde San Pablo, brasil

Waipu Carolina dijo...

Genial Blas, me encantó como lo explicas y lo real del tema.
Unos maestros así necesitamos hoy en día, con ganas de poner algo de su parte, que entienda que si que hay gente que quiere hacer cosas, que si hay desmotivación en los jóvenes es quizás porque nadie los ha motivado.Además lo importante de respetar las individualidades y ver al grupo como unas personas que piensan cada uno de forma diferente, sin menospreciar ninguna idea.
Y eso si que es verdad...si has tenido la posibilidad que alguien te haya motivado o por ti mismo tienes ese hábito a leer, ya tienes un paso ganado.

un saludo

Blas Torillo Photography dijo...

Margarita... En efecto. Y no creas que era un "suavecito" o, como decimos aquí, "barco", sino que era bastante exigente y mandón. Pero lo que me mostró ese día, el respeto, me ganó para siempre. Han pasado ya casi 30 años y sigo recordándolo como uno de mis mejores profes.

Sergio... Gracias por venir, y ya no estés meditabundo... busca y vas a ver como todavía hay uno que otro perdido por ahí... Antes de conocer a Xico, me parecía que no había maestros comprometidos en el mundo fuera de dos o tres, pero mira que siempre hay modo. Salu2

Jonice. Surely. One of the best. Y a mí me gusta mucho escribirlos. LOK.

Maray... Bienvenida. Y tienes razón: siempre es bueno leer. Cuando tengas tiempo, date una vuelta por esta entrada, de Mi blog de educación. Quizá la entrada y el blog completo te den alguna idea sobre lo que hacer con tus hijos y nietos... ¡cuando los tengas! jejeje.

Besitos y vuelve cuando quieras.

WCaro...
Gracias por lo que dices. Además de que coincido contigo. Muchas veces los jóvenes no encuentran motivos porque no se los ofrecemos o quizá porque queremos que sus motivos sean únicamente los que les ofrecemos.

Ojalá cada que estemos en la posición de conversar con un joven, recordemos lo que nos pasaba hace muchos años cuando un adulto nos llamaba a conversar.

Besos. Seguimos. Hay entrada nueva en Educando. Cuando tengas tiempo, date una vuelta ¿va?

MAYA dijo...

Maravillosa Crónica Blas, me hiciste recordar a muchas situaciones vividas en la Universidad. A mi encima se me complicó un poco porque fui a estudiar a un país donde no hablaban mi lengua. Que te podría decir sobre los maestros, bueno en el colegio nos tenemos que acomodar a lo que ellos quieren o pueden. La Universidad es otra historia, uno tiene la oportunidad de expresar, decir no me gusta, no me parece, no estoy de acuerdo. Yo de alguno manera lo viví porque al ser extranjera en un país fui como una provinciana. Pero les hice la guerra y con honores. No dejé que nadie me aplastara y de ahí conservo las mejores amistades.

Excelente post. Ha sido un verdadero gusto leerlo.

Maya

Anónimo dijo...

J.B. Este blog es contagioso, pues yo tambien empiezo a recordar muchos muuuchos detalles que se aparecen como por arte de magia.

Que frase esa "Yo te ayudare a entender y ya tu decides que quieres hacer con lo que aprendes".

No debe ser la obligacion de todo maestro?. Que seria de este Pais si toooodos dieramos "el extra". definitivamente mejores personas, verdad?.

No se por alla en el Sur de la Republica, pero aca simplemente el detalle de ser cortes se esta perdiendo. alguien nos responde el buenos dias, o nos recibe con una sonrisa en algun mercado, banco, o cualquier prestador de servicios y nos sorprende!!! cuando deberia ser algo de lo mas natural. Pero bueno. me salto a sus otros espacios. mientra un abrazozote.

Unknown dijo...

Hola Blas¡¡¡

Como siempre es un placer enorme leer tu(s) blog(s), y deja te cuento una anecdota que me parece digna de contar,

Hace como un año ví en los documentales clio (pasa en canal 2 a eso de las 12 los domingos) un especial sobre una profesora de primaria nombre Guadalupe que recibe un premio como por su constancia como profesor, cuando lo ví pense "debí estar en esa ceremonia para gritar ¡¡¡Fraude!!!" en efecto, ella fué mi profesora y no me enseñó absolutamente nada, no merece un premio a su mediocridad, sólo recuerdo un reglazo que me dio por no querer entender precisamente esas ondas de sujeto, predicado, objeto directo y demás minimiedades que jamas construirán un buen estudiante, continué mis estudios no gracias a ella, sino a mi padre que me enseñó la importancia de aprender a leer absolutamente todo lo que se atravesara, pero nunca por esa mediocre profesora.

Fin de la anecdota. un fuerte abrazo¡¡

Anónimo dijo...

DOOOOOONDE ESTA J.B.???

Salvatore dijo...

Muy interesante, conmovedor e interesante esto que tan bien narras. Me agrada el tono intimista que tiene el texto. La verdad es que me parece que todos los que estamos en esto de la comunicación, y ejercemos de manera profesional siempre tenemos un profesor como el buen Xicotencatl Nava. En mi caso fue un maestro de Literatura Latinoamericana, de origen cubano, Fernando Faxas quien me convirtió en una persona distinta a la que yo era por ese entonces.
Te mando un saludo fraterno.

Marina Lassen dijo...

Mira que recordarlo asi, 30 años mas tarde...

Te deje una sorpresa en mi blog!
Un beso grande
M

Unknown dijo...

En estos momentos tengo un profesor así, viene de Israel. Y en México también tuve uno, en la universidad, que en realidad me despertaba el interés de aprender. De ahí en fuera todos los demás han sido en la misma línea pasiva de la educación..o quizás es que no cumplo bien mi papel de estudiante; eso dicen mis notas heheh

paola dijo...

el post está excelente... y los comentarios... un aporte complementario! te sigo leyendo!
saludoss

Blas Torillo Photography dijo...

Oigan!!!... Denme un ratito y les contesto. No es mala onda ni descuido. Es mucho trabajo.

Salu2 a to2

Blas Torillo Photography dijo...

Maya. Gracias por lo que dices. Si. La uni siempre es más abierta, aunque de todo hay... ¿verdad? Yo no he vivido lo de estudiar en el extranjero, pero ha de ser parecido, siempre que hables la lengua local, sino será un tormento. Besos.

Resons... Mientras tengas una vida vivida, habrá resonansias magnéticas por doquier. Besitos. Muchos. En verdad.

Feroz... Yo también tuve profes de esos... algún día pondré algo de ellos aquí, pero mientras te puedes imaginar cómo eran si lees lo que llevo publicado de mi ideario.

Un abrazo.

Resons... ¡Aquiiiiiiiií! Je.

Salvador. Si. Creo que en la vida de cada uno, si lo buscamos con cuidado, hay un profe de estos. Un abrazo.

Margarita. ¡Un honor! Gracias. Haré la tarea pronto. Besitos.

Iru. ¡Que suerte! Aprovéchalo. No dudes. Los demás, quizá puedas aprenderles algo por negación, es decir, por lo que no enseñan.

Paola. Gracias. De veras. Besos. A mí también me gustan tus blogs. El de las fotos y Adocquinesis.