lunes, 30 de noviembre de 2009

Regresar...

La foto es mía

Uno sólo aparenta que abandona...

Pero la gana de regresar siempre está presente.

Más, cuando se tienen tantas cosas que decir, que compartir, que leer, que escuchar y redecir.

Uno en realidad, nunca abandona.

Sólo se distrae.

Pero uno regresa.

Aquí estoy.

Blas Torillo.

jueves, 25 de junio de 2009

Michael Jackson (1958-2009).


Tomé todas las fotos de este post
del sitio del New York Times


Estaba en Monterrey, en casa de mis primos, allá por 1982, a los 22 años. Ellos escuchaban varias estaciones de Estados Unidos, un poco por esnobismo y otro porque no les gustaban las estaciones de radio locales.

Quizá cerca de las tres de la tarde de un caluroso día, mi prima Tulitas entró bailando desde su recámara donde se escuchaba a lo lejos una tonadita pegajosa, a la sala de la casa y subió el volumen del aparato ahí:

She was more like a beauty queen from a movie scene
I said don’t mind, but what do you mean I am the one
Who will dance on the floor in the round
She said I am the one who will dance on the floor in the round

She told me her name was Billie Jean, as she caused a scene
Then every head turned with eyes that dreamed of being the one
Who will dance on the floor in the round

People always told me be careful of what you do
And don’t go around breaking young girls’ hearts
And mother always told me be careful of who you love
And be careful of what you do ’cause the lie becomes the truth

Billie Jean is not my lover
She’s just a girl who claims that I am the one
But the kid is not my son
She says I am the one, but the kid is not my son...


¡Qué padre canción! pensé (Todavía no se decía, al menos en mi entorno ¡wow!). Y de inmediato me puse a bailar (mal, desde entonces pues), con ella. Le subimos todavía más al volumen, hasta que escuchamos un grito de mi tía rogando que le bajáramos.

Fue entonces cuando redescubrí a Michael. Ya había escuchado antes canciones como Blame it on the boogie, que luego se hizo todavía más conocida con el cover de Luis Miguel (bastante malito por cierto) y otras, aunque las que más me gustaban eran Ben, (... the two of us need look no more...) y Don't stop 'til you get enough, bastante disco y bailable para mis tiempos y gustos.

Pero Beat it, Billie Jean y sobre todo y por supuesto Thriller, marcaron mi juventud





Michael Jackson, quien murió hoy a los cincuenta años, me parece un artista fenomenal.

Sí, un ícono de la música pop, que después de la casi total falta de calidad de la música disco (con poquísimas excepciones), versión discotequera del pop, lo cual no quita que me guste mucho, realmente hizo frente al rock and roll, en decadencia entonces y al rock en todas sus variantes, casi como un grito de la misma potencia y lo que es más, con un sólo disco entonces: Thriller.

Pero sobre todo un artista de escenarios: Visual y auditivo, en la medida de lo posible, completo. Más completo que los demás. Incluso MTV comenzó a ser lo que hoy es, precisamente por la calidad de los videos de Jackson, tanto musical y visualmente, como coreográficamente, quizá su principal cualidad y distingo, sobre todo "el pasito ese para atrás", que nunca me salió y que intenté hasta el cansancio en mis momentos de soledad musical (sí; hay momentos de esos, cuando pensamos que estamos solos y ponemos la música a todo volumen y cantamos y bailamos como si en ello nos fuera la vida... ¿a poco no?).

Bailes fuertes, gráciles, rítmicos y novedosos, hacían de los videos de Michael un espectáculo en sí mismos, a los que hay que añadir letras padres, que contaban historias y no sólo narraban sentimientos y emociones, e instrumentaciones que experimentaban con las entonces raras computadoras y hacían resonancias, armonías y melodías que, además de pegajosas, tenían calidad musical.





Pero lo mejor para mi gusto y mis recuerdos, son los videos: fotografía, planos, ritmos, escenas, historias, tomas, casi todo original para esos tiempos. Contrapicados y cámaras lentas que no se usaban en los videos musicales; colores y efectos nuevos y a veces experimentales del todo; contratomas y acercamientos cinematográficos más que simples retratos de los cantantes con alguna solarización sin ton ni son; planosecuencias e iluminaciones impresionantes y sorprendentes.

Eso y más son los videos de Michael Jackson.





Sin embargo, todo esto que suena tan técnico, no es más que el maquillaje.

Michael Jackson, ícono de mi generación, ídolo de muchos de mi edad y de otros menores que yo, cantante mediano con voz aguda pero educada, excepcional bailarín y showman, magnífico coreógrafo, muerto a los 50 años, uno más que la edad que tengo, me llenó de recuerdos:

Desde el Playboy aquel (¡oops!) donde salió Ola Ray, la heroína de Thriller; hasta precisamente ese viaje a Monterrey del que ya algún día les contaré más cosas.

Desde aquella noche, mi primera en una disco, en Cholula, bailando sin parar Merina Lucas y yo, desde que comenzó la música hasta que nos corrieron, escuchando muchas de las canciones de este sujeto del que les hablo, como Can you feel it, Got to be there o P.Y.T. (Pretty young thing); hasta las lágrimas que me hace derramar la canción de la película Free Willie: Will you be there o esa otra She's out of my life, que me dice tantas cosas de ella.

Desde la emoción de una canción casi de protesta, pero pop que se llama They don't care about us, cuyo video se filmó en alguna favela de Brasil, con una coreografía multitudinaria y colorida o la versión en la prisión, más crítica si se quiere; hasta la motivacional (¡y fresísima!) You are not alone y aquel dueto que se aventó con Paul McCartney, cantando The girl is mine.

Desde el recuerdo vago de unas ratas de película, miles me parecieron, buscando aniquilar a una ciudad y cómo Ben, salvava su reputación a través de la amistad con un niño del que nadie se acuerda de su nombre, pero qué tal de la canción tema; hasta la reunión aquella en Salamanca, Guanajuato, en un bar con mis alumnos de la maestría al terminar el curso, platicando, riendo, casi bailando, todos disfrutando muchos videos de Michael, en las pantallas gigantes y yo recordando eso y más cosas como las que acabo de escribir, ya en el autobús de regreso a mi casa, en Puebla.

Michael Jackson hizo música que hoy es parte inseparable de mi vida.

Y así será hasta que me muera también.

Blas Torillo.

PS 1.: ¡Qué mal día eligió Farrah para morirse! Esta entrada iba a ser sobre ella y a la mitad de la preparación, que se muere Michael. ¡Vaya! ¿Qué le vamos a hacer?

PS 2.: ¡Desde luego que hay muchas más canciones de Michael que me gustan, pero de éstas fue de las que me acordé conforme escribía y de eso se trata este blog... de mis recuerdos.

PS 3.: Está bien. Jackson también es famoso por otras cosas, desde los niños, hasta las cirugías, pero ¿a quién le va a importar eso dentro de cincuenta años? ¿Quién entonces, pensará en algo distinto a su música? ¿O alguien se acuerda de las famas paralelas de cualesquiera otro artista que nos haya legado y remita fundamentalmente a sus creaciones?

martes, 12 de mayo de 2009

Mis hermanas.


Las fotos deMis hermanas
son mías


Casi siempre que comienzo un curso y digo mi nombre, explico que no es mi culpa sino de mi abuelo: Le puso Blas a mi papá y éste no tuvo otro hijo varón con quien desquitarse. Aparte del mal chiste, esto tiene que ver con mis hermanas.

Tengo tres y tuve cuatro, pero Amparo ya está con Dios dice mi mamá, así que ahora río y sigo aprendiendo de Josita, Lolis y Mari. Todas mayores que yo (nomás para que conste pues... je).

Y son muchos recuerdos con cada una de ellas o con un par o con las tres que me hacen uno que otro día y sacan de mí una lagrimilla perdida o de plano todo una batería de sonrisas.

Desde luego que también hay malos, de esos cuando nos enojamos o discutimos, pero esos... ¿para qué ponerlos aquí? Mejor algunas mini anécdotas con cada una.

No saben cómo me gustaba que Josita me llevara, saliendo yo de la primaria y ella de la secun o la prepa (no sé), a comer jarochitas, especie de memelitas con salsa de chipotle o salsa verde, acompañadas con su respectiva "Chaparrita de uva", unos refrescos chiquitos y debo entender que muy baratos, en una pequeñísima fonda que estaba frente a la escuela. Era toda una aventura, porque no teníamos mucho dinero y además había que llegar temprano a la casa a comer. Y pues no sé qué nos diría mi madre, pero las dos o tres veces que recuerdo que fuimos, íbamos contentos y sin muchas preocupaciones, al menos yo, presumiendo de ya comer picante (aunque no creo que mucho en realidad). Y luego, si daba tiempo o quizá en lugar de las memelitas, íbamos a tomarnos un tepache, bebida fermentada de piña que, con mucho hielo, nos sabía deliciosa y un "borrachito", un pan remojado en algún vino barato que me gustaba mucho. Por supuesto sin muchas preocupaciones por influenzas o bichitos en el agua, en las memelas o en el pan. Todo esto, seguro fue antes de decidiera que no me gusta el alcohol. En realidad no importaba si nos regañarían o no. Eran tardes en que me sentía muy cercano a mi hermana y aunque no tengo idea de qué platicábamos, seguro eran momentos padres.

En un día de tantos, en que Lolis me llevaba a la primaria, supongo que para entrar antes de las ocho, faltando todavía unas cuatro calles para llegar a la parada del camión, desde donde debíamos correr otras tantas para llegar a la puerta de la escuela, yo sabía que era realmente tarde y estaba ya muy desesperado porque no avanzábamos con la velocidad que me parecía necesaria. Lolis, en un alarde matemático, pero sobre todo psicológico, me tranquilizó de un plumazo cuando me dijo: no te preocupes manito. Para que veas que todavía tenemos tiempo, cuenta hasta trescientos... verás que llegamos antes de que termines.

Cuando uno tiene ocho años, contar hasta trescientos, por supuesto, puede llevarnos la eternidad, así que ni siquiera comencé. Me sentí inmediatamente tranquilo... hasta que bajamos del camión y me dijo: ahora sí mano, ¡a correr lo más rápido que puedas!... ja. Cómo me volvió a la realidad también de un plumazo...

Ya de adultos, el día que murió mi padre, en 1996, al salir a tomar un poco de aire en un pasillo del hospital, sabiendo ya que mi papá había fallecido, Mari se acercó a mí y me dio un abrazo enorme, no por el tiempo, sino por lo que me hizo sentir de lo que es el amor fraterno: Te pido perdón Bacho, por todo el mal que te haya hecho en cualquier momento y forma. Te quiero mucho mano.

Y lloramos juntos abrazados, deseando yo que el cariño que nos mostramos entonces no acabara nunca.

Tengo otros recuerdos en que realmente sólo puedo suponer mi edad; por ejemplo, un día en que mi papá llevó a la casa una bolsita con varios juegos de salón, nada de hasbros o matteles, sino juegos de pobres para pobres (una lotería, una tablero de serpientes y escaleras y otro de La Oca, con unos dados mal hechos y fichitas de plástico imperfectas), las "malvadas" de mis hermanas no me dejaron jugar nada nadita, porque eran "juegos para grandes" que yo no entendería ni sabría jugar y simplemente les agüaría el día. Lloré mucho, como supongo que lloran los niños de 5 o 6 años cuando eso les pasa.

Pero de lo más importante en estos últimos años, quizá sólo unos cuantos antes de que a mi papá se le ocurriera morirse, han sido las reuniones de año nuevo. Las navidades las pasamos, desde que me casé con Oli, en Cuetzalan, por el asunto del regreso a clases y esas cosas comenzando el año, así que las festejos de año nuevo son aquí en Puebla, con mi madre, mis hermanas y sus cada vez más numerosas familias.

Esas noches, como es costumbre de familia, justo cuando cambia el año y todos los demás están comiendo uvas y brindando con gorritos, nosotros rezamos. Así, en familia, juntos y cuando terminamos, vamos a cenar, si no lo hemos hecho antes del momento de oración. Después, cuando ya la mesa está vacía de nosotros, aunque con muchos platillos aún para elegir, nos sentamos y nos decimos algo padre, expresando nuestros deseos y ganas de que nos salgan mejor las cosas que en el año que termina y casi siempre, alguno de nosotros, de mis hermanas y yo, lloramos, aunque los sobrinos y sobrinas, nos hagan burla y así comiencen las bromas y juegos entre todos. Digamos que la segunda mitad de mi vida hasta ahora, los años nuevos han ido mejorando, porque cada vez nos queremos más como hermanos y cada vez nos respetamos más... aunque desde luego, no dejamos de "viborear" cualquier cosa unos de otros, pero siempre con una sonrisa en la boca y el corazón en las manos.

Amo a mis hermanas. A veces no las comprendo o no comparto sus decisiones, pero eso ya no me toca a mí juzgarlo ni criticarlo. Lo que nos une, es más, mucho más importante que nuestras diferencias. Y sé que cuando las necesite, porque así ha sido hasta ahora, seguirán ahí, para escucharme, para aconsejarme (aunque luego no les hago caso), para apoyarme y ayudarme. Y yo también estoy y estaré.

Para eso somos hermanos, ¿que no?

Blas Torillo.