jueves, 4 de diciembre de 2008

Rocío.


La foto del Rocío
es mía


Ya son las seis. En mi casa seguro están a punto de comenzar a enojarse y a preocuparse al mismo tiempo. Así es mi padre. Pero ella es todo lo que existe en este momento.

Desde hace días he querido decirle que me gusta, que pienso en ella más que en las clases o en las tareas o en los amigos y que me encanta su cabello rubio. Pero nada pasa. Me gana el miedo al rechazo y las posibilidades reales de que ella esté encandilada por uno de mis amigos.

Sin embargo, hoy, este día tendré que hacer algo. Algo para lo que nadie me ha preparado y de lo que nunca he tomado clases. Hoy le diré que la amo.

No sé bien a bien qué es el amor, aunque creo que nadie lo sabe bien a bien, pero estoy seguro, casi, que la amo. Pienso en ella y me digo que su persona es la representación más viva del amor, tanto el de las novelas como el de las parejas que veo en la calle todos los días.

Quedamos de vernos a esta hora en una de las puertas de salida de la escuela y yo ando que me muero de los nervios. Tener 13 años es ser prácticamente un adulto en estos tiempos y las cosas deben suceder como lo he planeado: Ella llegará con su vestido limpio, blanco, el bonito que tiene y que le sienta tan bien. Con su sonrisa que deslumbra y con la mirada aquella, la que me tiene absorto el seso desde hace semanas.

Después de saludarme me dirá que para qué quiero verla y seguro se me quedará mirando como siempre me mira cuando quiere ponerme nervioso. Pero he tomado mis precauciones. Primero, no debo ponerme nervioso, o al menos no mucho aunque no sé cómo lograrlo. Seguro que mi padre me daría algún consejo, si hablara de estas cosas con él, pero no. No me ha aconsejado nada. Después tengo que hacer acopio de mi inteligencia, que a veces creo que es mucha y otras que no existe en absoluto, para responder más o menos coherentemente. Decir cosas que no la hagan irse, pero que tampoco la apresuren. Tercero y más difícil que cualquier otro paso, acercarme a ella, tomarla de la mano, decirle que la amo, besarla tiernamente, vernos a los ojos después de eso, sonreír y comenzar a andar por la calle, en la tarde de mi triunfo.

A partir de eso, comenzar el mejor noviazgo de la historia. Nada de Romeos y Julietas desmoronándose por amor y nada de Otelos y Macbeths, llenos de celos o de fantasmas. No. Un noviazgo de antología, uno de esos de los que la gente seguirá hablando cuando estemos muertos, uno de esos que se volverán película y de donde aprenderán todos los que nos sigan cómo hacer del amor, el amor verdadero.

Se ha retrasado un poco. Son las 6 y 10 y no la veo venir. Pero ya llegará. Mientras, debo hacer ejercicios mentales de cómo será la escena definitiva. En realidad nunca he besado a nadie como se debe, aunque no sé bien cómo se debe. Puros besitos de trompa y alguna que otra caricia en la mejilla. Algo de rubor y sonrisas traviesas, pero sin amor. Puros juegos pues. Las cosas seguro serán distintas hoy, en cuanto ella llegue. Besarla es como graduarse y he preparado mucho este momento como para echarlo a perder.

Desde hace semanas, desde que me di cuenta de que en realidad es hermosa, desde que descubrí la existencia de sus ojos, sus labios y su cuerpo, no he hecho más que imaginar este día. Han pasado tantas cosas desde entonces. La ayuda, por ejemplo, que me dio Toño para presentarnos, aunque estamos en el mismo grupo. ¿Me creerás que nunca había hablado con ella? Pero así es el miedo y la inexperiencia. Porque a pesar de todo me doy perfecta cuenta de que lo único que me falta es eso. Experiencia. También está el hecho de que a ninguno de los dos nos gustan las matemáticas, aunque a ella eso no parece afectarle mucho en sus calificaciones. Y la ayuda invaluable de Perla, su amiga, que nos puso en este trance y que me animó con sus palabras de ayer: -Dile... ella está esperando que te avientes y le propongas que sea tu novia. Te va a decir que sí. ¡Ándale!

Seis y cuarto y ni su luz. Los pensamientos negativos están empezando a aflorar. A ocupar el lugar del que los desplacé esta mañana. ¿En verdad será que quiere ser mi novia? ¿Se habrá arrepentido de venir? Quedamos muy formalmente hoy después de la clase de las 10, y me dijo mil veces que aquí nos veríamos. ¿No le habrán dado permiso de salir? ¿Se habrá enterado su mamá y le habrá prohibido venir a verme? ¡O su papá! ¿Se accidentó... se cayó del camión... se olvidó simplemente y mañana me dará la mejor de las excusas...?

¡Por fin! Acaba de dar vuelta a la esquina y viene para acá. Los nervios me consumen. La lengua está como atorada. Mi mente da de vueltas sin parar y me sudan las manos como nunca. Se acerca. No tiene el vestido blanco sino unos sencillos pantalones de mezclilla y una blusa amarilla que hace juego con su pelo. Cada segundo está más cerca y cada segundo el valor que ya tenía se escurre a no sé dónde. El sol poniente le da en la espalda y eso la hace verse aún más hermosa, como en cámara lenta, con el pelo suelto y las manos acariciando el viento. Estoy a punto de comenzar la mejor parte de mi vida y tengo miedo. Mucho miedo. Desde lejos me ve y se sonríe. Apresura el paso y poco a poco, casi corre hacia mí. Yo doy dos tímidos pasos en su ruta y cuando estamos a la distancia perfecta para escuchar nuestras voces, ella me suelta un -Perdóname por la tardanza. Me salí de la misa. Mi mamá me llevó y ahora está a la mitad. Es en la iglesia de aquí a la vuelta. ¿Vamos? ¿Me acompañas? Dime rápido porque ella ya debe estar volteando a buscarme porque le dije que iba al baño. ¿Vamos?

¿Y todo lo que había querido decirle? ¿Qué pasó con el beso planeado y con su mano en la mía? ¿Qué con el paseo bajo la sombra de árboles a media tarde; qué con el futuro?

- ¿A misa? ¡Vamos pues! Pero córrele porque nos regañan...

¿Y mis padres? Seis y veinte. Se van a enojar, sin duda. Pero aunque sea por hoy, tomados de la mano, vamos juntos por la calle. Ya mañana veremos qué más pasa. Al fin que no todos los días alguien con quien quiero compartir mi vida, o al menos esta parte, me invita a misa.

Blas Torillo.

5 comentarios:

Xénit dijo...

Oiga maestro Blas, qué bueno que por fin escribió otro episodio para este blog ¿Le dije que es mi favorito?

Me obliga usted a recordar mis propias experiencias...Estoy ahora algo triste porque acabo de recordar un suceso no grato relacionado más bien con la entrada del 8 de octubre.

Y me ha cortado la inspiración para contarle lo que me hizo recordar la historia de su primera invitación formal a misa...

Mucho gusto leerlo, espero que actualice este blog más seguido.

Anónimo dijo...

Qué bello y duradero parece el amor a los 13 años. Qué nervios y qué altas ilusiones. Qué bonito.

Que bien describiste este pasaje de tu vida.

Yo me enamoré con 12 años y aún seguimos unidos.

Un abrazo Blas

Anónimo dijo...

Ahhhhhhhh pooobrecito. Aunque las ninas de ahora son mas aventadas que las de antes., ya no le dejan todo el trabajo a los hombres jajjaja. somos mas lanzadas., mmmmmmmmm pensandolo bien, que lastima.... verdad?... jajajjaa. en fin.

Caro

tazy dijo...

jijijiiiiiii

a mí tiene mucho que no me gana esa emoción, es más, ni ese hormigueo de tener alguien qeu te guste mucho :D

Gini dijo...

Muy bello y realista.
Esa ilusión, la mente maquinando alguna tragedia que excuse su tardanza, el nerviosismo... la admiración y la conformidad de simplemente estar con esa persona aunque no sea como lo imaginado. Al final terminamos descubriendo con la EXPERIENCIA que nada es como lo imaginamos... siempre es diferente, al ser peor y también al ser mejor.
Me gustó mucho.
Saludos.